Doce fotografías han reunido en una mesa a un grupo de ex líderes del movimiento estudiantil de 1968. Son "sobrevivientes" de la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco sorprendidos por lo que los documentos gráficos evidencian. "Imaginamos lo que había pasado, pero no que hubiera sido tan terrible, tan brutal... ¿Quieren más pruebas del genocidio? Aquí están", señala Félix Hernández Gamundi, en aquellos días representante de la ESIME del IPN. Cuerpos sin vida de jóvenes que aquella tarde de otoño acudieron a la plaza de las Tres Culturas son mostrados en papel. "Luego de verlos queda claro que la guerra sucia no empezó en los 70, sino dos años atrás", afirma Salvador Martínez della Roca, representante de la Facultad de Ciencias de la UNAM hace 33 años. Mientras, en el rostro de Ignacia Rodríguez Márquez, La Nacha , ruedan las primeras lágrimas, "no de miedo, sino de rabia, de impotencia".
"¿Más pruebas del genocidio?"
Las imágenes pasan de mano en mano entre los presentes. Durante más de 33 años imaginaron la existencia de lo que décadas después tendrían frente a sus ojos, pero nunca habían visto.
Las fotografía que tienen frente a sí escaparon del operativo oficial para "desaparecer" la memoria. Para ellos, líderes del movimiento estudiantil del 68, son las pruebas de la "brutalidad y saña" utilizadas el 2 de octubre del 68 en Tlatelolco.
Durante los primeros minutos permanecen sin despegar los labios, la vista clavada en las fotografías. Se acomodan una, otra vez, los anteojos. Y, de pronto, una exclamación acaba con el silencio.
¡Ay, no mames! lanza Salvador Martínez della Rocca El Pino , mientras trata de evadir instintivamente las imágenes del cráneo deshecho de un joven.
Salvador, ¿qué piensa de estas fotografías?
¡Me parte la madre! Punto sintetiza El Pino con los ojos llorosos, encorvado, machacando en el cenicero la colilla del primero de muchos cigarrillos.
Sentado a la mesa está un grupo de líderes estudiantiles que vivieron en carne propia esa tarde del otoño del 68: Carlos Flores, Raúl Álvarez Garín, David Vega Becerra entrañable amigo del recientemente fallecido Florencio López Osuna y Félix Hernández Gamundi.
Más tarde se incorporarían Ana Ignacia Rodríguez Márquez, La Nacha , y David Roura.
Todos evocan los materiales gráficos publicados por Proceso y La Jornada el año pasado, pero coinciden en que nunca habían visto nada igual, ni siquiera en la revista ¿Por qué? , que publicó algunas imágenes en los 70.
La Nacha estalla: "Estas lágrimas no son de miedo, sino de rabia, de impotencia. Disculpen se enjuga con el antebrazo pero este sentimiento lo cargamos desde hace 33 años".
Cruza los brazos, ve los cuerpos inertes impresos en blanco y negro, se acomoda el cabello encanecido: "Me provocan una emoción... me enferman... pienso en los familiares de estos muertos, ¿qué sentirán cuando las vean publicadas? La importancia de estas fotografías es que el pueblo al verlas tiene que sentir lo que siento por esta masacre: una rabia profunda". Las lágrimas siguen descendiendo por su rostro.
Termina la ronda. Todos han visto varias veces las 12 fotografías. Sobre la mesa cae una pesada y breve espera. Cierran los ojos, se miran entre ellos.
Álvarez Garín, uno de quienes lograron que la Suprema Corte de Justicia obligue a la Procuraduría General de la República a investigar la denuncia presentada por la matanza del 68, habla quedo. La publicación de estos documentos, dice, representa una oportunidad para que la gente dé datos y reconozca personas, se necesitan más testimonios de los que hasta ahora son públicos.
"Esto será importante en la investigación, porque lo del 2 de octubre fue una acción planificada y no fue algo que se salió de control. Las cárceles estaban preparadas para recibir a miles de detenidos."
Entonces interviene El Pino , agitando la mano derecha: "¡Es un crimen de Estado, un asesinato que no puede prescribir! En el quinto punto del Pliego Petitorio exigíamos indemnización a las víctimas y cuando veo estas fotos, pienso que el Estado debe pagar, no me importa si es Fox, es el Estado mexicano."
Irritado, con las fotos entre los dedos, Martínez della Rocca continúa: "Lo menos que pueden hacer ahorita es meter a la cárcel a Luis Echeverría y a los involucrados en esta masacre .... ¡cuando veo estas fotos pienso que no tienen madre..!".
En medio de su serenidad, Félix Hernández Gamundi no deja de observar las fotos: "Muchas de éstas las imaginamos, pero no tan terribles, tan brutales. Ojalá que no hubiera muchas cosas de éstas señala las fotografías, pero dado que existen lo más importante es darlos a conocer".
"¿Quieren pruebas del genocidio? ¿Quieren más pruebas? Aquí están."
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Días antes de la reunión con los sesentaiocheros, Vega Becerra preguntó: "¿Y los vas a reunir a todos? Me dará gusto verlos porque tiene mucho que no estamos juntos... ¡pero ojalá no me vaya a pasar lo de López Osuna!", dice en referencia al líder estudiantil cuya foto, recién detenido por el ejército en Tlatelolco, apareció en Proceso y a pocos días fue hallado muerto en un hotel de paso.
Hernández Gamundi, frente a sus compañeros, recuerda que en los estertores del movimiento estudiantil el gobierno fue eficaz para intimidar a familiares de estudiantes que no se atrevieron a reclamar la represión y a la gente que se solidarizó con ellos.
Al hostigamiento y a la persecución siguió un clima de terror que permeó en las familias, involucradas directamente o no en los acontecimientos. Además, a unos se les obligó a admitir actas de defunción falsas, y quienes lograron recuperar a sus familiares quedaron en una situación de amenaza.
"Baltazar Doro era sobrino de la dueña del departamento del quinto piso donde nos refugiamos ese día. Él contó las atrocidades que sufrió esa familia: primero pierden su casa, luego los llevan 15 días al campo militar y al final el despido en el empleo... y eso que ellos dieron refugio sin tener ninguna relación con nosotros", ejemplifica Hernández Gamundi.
"Luego del 2 de octubre eso fue peor y a 33 años los familiares no se atreven a denunciar porque aún temen algún tipo de represalia, no sólo por ellos sino hasta por sus nietos. Presentar estos testimonios, con todo lo doloroso que ello representa, es importantísimo porque obliga a abrir archivos."
El Pino secunda a Hernández Gamundi: "Después de ver estas fotos, ojalá le quede claro al fiscal Ignacio Carrillo Prieto que la guerra sucia no empezó en los 70, sino en 1968, cuando se usaron los batallones "Olimpia", las brigadas blancas y los agrupamientos paramilitares para decir: `no fue el Ejército, no fue la policía`. Si alguien duda de las suciedades que hicieron y dirige de nuevo el dedo índice hacia las fotos, entonces no hay nada qué discutir". Y se deja caer en el respaldo de la silla.
Vega Becerra comenta que en las fotografías se refleja con gran nitidez la crueldad de un régimen que acabó con las aspiraciones de una juventud que planteó un marco de lucha por reivindicaciones democráticas.
"Nosotros somos afortunados sobrevivientes porque aquí está la crueldad, la bestialidad con la que fuimos tratados. ¡Esto es una muestra clara y palpable del genocidio y debe remover la memoria de quienes han querido proteger su situación personal, pero también a quienes participaron en esto! Ojalá se atrevan a hablar", dice Vega con los codos sobre la mesa mientras entrelaza las manos con fuerza.
Carlos Flores precisa: "Quienes estábamos en el movimiento lo hacíamos de una manera limpia. Veo estas fotos y... Por eso no se trata de perdón y olvido, de borrón y cuenta nueva: hay que castigar a los culpables e indemnizar a la gente que sufrió esto".
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Hernández Gamundi salta en su silla y pide mano: "En la versión del gobierno se habló de dos muertos y se dijo que fueron soldados. Yo, al ver esto, me reviven los sentimientos de coraje e impotencia que me invadieron esa tarde en Tlatelolco. ¿Qué hacer? Nosotros hemos denunciado a lo largo de más de 30 años, sin armas. Hoy la tenemos: estas fotos documentan esos reclamos de tantos años".
Para Martínez della Rocca no hay opción: "Nada más que vea las fotos el fiscal Carrillo Prieto, a ver si dice que los delitos prescriben... Necesitamos armar una estrategia a partir de estas fotos, porque no puede ser que no se vaya a fondo... el que está en la Presidencia ahora apunta con su dedo hacia arriba llegó de manera directa por esa lucha que dimos".
Raúl Álvarez Garín pregunta: "¿Alguien manifestó el más mínimo reparo de lo que iba a suceder o todos se doblegaron? Desde el punto de vista de la moral pública todos, excepto dos, se doblegaron".
¡Y algunos lo hicieron con singular alegría! secunda El Pino .
Pero de lo que se trata es de que expliquen a la sociedad por qué actuaron violando la ley y por qué en 30 años no han abierto la boca.
Del análisis de las fotos interviene Vega Becerra hay implicaciones muy fuertes. La imagen de quien parece ser un soldado señala una impresión fotográfica habla de cómo uno de los miembros del Ejército fue muerto de un disparo. Esto debe remontar a una situación que se reveló en el libro Parte de Guerra , de Julio Scherer y Carlos Monsiváis. En ese texto describen la operación "Galeana", el Estado Mayor Presidencial y al Mayor Gutiérrez Oropeza dando órdenes de disparar al Ejército. Esto muestra una cuenta no saldada en el Ejército. ¿Qué Ejército en el mundo le dispara a su propia gente?
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Casi una hora después la plática se vuelca en el incomprensible silencio oficial. Y las fotografías siguen rodando de mano en mano.
"Claro que no es comprensible ese silencio y los intereses aún subsisten. El aparato que operó en el 68 está vivo, intocable y puede actuar en cualquier momento", afirma David Vega.
Toma la palabra Hernández Gamundi: "Es incomprensible esta actitud del gobierno, aunque ha sido posible por la falta de testimonios de esta naturaleza".
Con su voz ronca, David Roura da una pequeña muestra de lo que se vivía en muchos sectores: "Mi padre decía: 'con 15 comunistas colgados, yo acabo con esto' ".
"Ahora veo estas fotos verdaderamente impactantes y lo que me causa es rabia", apunta Roura. En sus ojos también asoman lágrimas que se niegan a escapar.
"Lo del 68 fue alevoso y criminal, el golpe más abusivo que ha dado el Ejército. Fue un acto contra nuestra generación y es un conflicto no resuelto", dice Roura mientras mueve nerviosamente el cigarro y mira las fotografías.
Es entonces que La Nacha vuelve a hurgar en sus recuerdos, pero en ninguno de ellos encuentra imágenes parecidas. "Con esto te das cuenta de la saña de esa gente enferma... y muchos de esos enfermos aún viven..."
Mira en el papel blanco y negro el cadáver ensangrentado de una joven con la mirada perdida en el infinito, hace un chasquido con los labios, un suspiro: "La participación de la mujer fue muy importante y aquí veo a una como mi hija. Estoy segura que hay muchas mujeres anónimas que viven con un dolor enorme, que no se atreven a expresarse por miedo; a todo mundo nos dio un madrazo la represión. Si la mamá de esta muchacha vive, no me quiero imaginar el dolor que le va a causar".
Y sigue: "Es impresionante... ¿Cómo pueden echar abajo esto? ¿Decir que las fotos son de otro evento? Podrían decir que son de otro tiempo, que no fueron del 2 de octubre... Por eso ustedes deben dar datos y señales; no va a faltar quien diga que son fotos de otros hechos, dime si no. Tienen que tener todos los huevos para decir que esto es así. La gente no va a reconocer que fue capaz de hacer esto y muchos quienes hicieron esto aún viven".